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¿Por qué el valle del Mapocho-Maipo interesó tanto a los Incas y a los conquistadores españoles?

La Columna del Museo

¿Por qué el valle del Mapocho-Maipo interesó tanto a los Incas y a los conquistadores españoles?

Publicado el 02/05/2017
Figura N° 1: mapa indicando la localización estratégica del valle del Mapocho-Maipo con relación a la depresión intermedia o llano longitudinal de Chile.
Figura N° 1: mapa indicando la localización estratégica del valle del Mapocho-Maipo con relación a la depresión intermedia o llano longitudinal de Chile.
En mayo, el investigador Rubén Stehberg nos invita a reflexionar en torno a la importancia de estos dos valles.

Una exhaustiva revisión de la información documental y arqueológica realizada el año 2011 mostró que los valles de Mapocho y Maipo tuvieron una presencia incaica muy fuerte. Surgió, entonces, la necesidad de explicar porqué estos valles, más bien pobres en minería de oro y plata, interesaron tanto a dos organizaciones socio-políticas con amplio interés en estos minerales como lo fueron el Tawantinsuyu, primero y el estado español, poco después (Stehberg y Sotomayor 2012)(1).

Este tema es abordado en el artículo Mapocho incaico norte (Sotomayor, Stehberg y Cerda. 2016)(2) , donde se analiza la importancia estratégica de estos dos valles. El mapa adjunto muestra como los valles de Mapocho-Maipo constituyen el límite norte de la depresión intermedia, extenso y angosto llano longitudinal que se extiende por 1000 km hasta el Golfo de Reloncaví. Esta depresión limita a ambos lados por las cordilleras de Los Andes y de la Costa, accidentes geográficos que dificulta el desplazamiento humano y hacen que la salida o entrada más expedita sea por el sector del Maipo-Mapocho. Esta situación debió tener fuertes implicancias para las poblaciones originarias de la zona central y centro sur del país. Así, el mayor flujo de bienes intercambiables y de tráfico de personas entre la depresión intermedia y el resto del mundo andino se realizó a través de los valles de Mapocho-Maipo. Esto hizo que su población nativa fuera más cosmopolita y más receptiva a los cambios que la de sus vecinos, lo que explicaría su mejor disposición a incorporarse pacíficamente al Tawantinsuyu, respecto de otras parcialidades más alejadas.(3)

El Inca habría implementado, en consecuencia, su conocida estrategia de control de cabecera de valle para intervenir este vasto territorio. Cabe recordar que en el norte grande chileno, el Tawantinsuyu emplazó sus centros administrativos y de control en las cabezadas de los valles transversales, localizados en la intersección de las nacientes de los ríos con el altiplano, a una altitud de 4.000 m sobre el nivel del mar. Así, el enclave se levantó en el punto más elevado y el control adquirió un sentido descendente E-W. En el caso que nos ocupa, el centro administrativo se emplazó a 550 m de altitud y el control se ejerció sobre un territorio situado a la misma altitud, en sentido N-S. Pero, aparte de estas diferencias de carácter altitudinal y de orientación cardinal en la práctica la estrategia tuvo el mismo efecto.

La configuración geográfica de los valles de Mapocho y Maipo central se prestó admirablemente para este propósito. Tanto su ingreso sur como norte estaban cerrados por los cordones transversales de Chacabuco y Angostura, respectivamente. Para atravesarlos era necesario disponer de portezuelos los cuales eran fáciles de controlar. Las abras cruzadas por el Qhapaq Ñan fueron sacralizadas por el Tawantinsuyu. En el caso del portezuelo de Chacabuco o cuesta de Aconcagua, se eligió una caverna cercana en cuyo interior se realizaron pinturas murales una de las cuales incluyó un unku ajedrezado que representaba la túnica del Inca y de sus ejércitos (Berenguer 2011)(4). En el portezuelo de Chada, también se optó por una caverna cercana y se la denominó la cueva del viento o huaira wasi, la casa del viento y, además, por un complejo ceremonial en torno a un ushnu emplazado en una cerrillada vecina (Stehberg y Sotomayor 2012). Estas w´akas actuaron con gran eficacia simbólica motivo por el cual no fue necesario levantar fortalezas, pese a que en el sector de Chada, existió un pequeño reducto fortificado de cumbre de ese período en cerro El Peral (Stehberg 2013)(5).

Se postula que los castellanos al mando de Pedro de Valdivia optaron por estos dos valles por la misma razón que antes lo había hecho el Tawantinsuyu. Desde aquí era más fácil intentar el control de la población indígena situada al sur de Santiago, estimada en aquellos momentos en un millón de personas. Así, Valdivia se apropió del centro administrativo y ceremonial incaico más importante para fundar la capital del Reino de Chile. Es sugerente que transcurrido casi 500 años desde aquellos acontecimientos, aún la principal carretera y el tráfico de carga y personas en sentido N-S atraviese los valles de Mapocho-Maipo y que la capital de la República siga estando en el mismo lugar.

Rubén Stehberg es Curador Jefe del Área de Antropología del Museo Nacional de Historia Natural de Chile. Recibió el Premio Benjamín Vicuña Mackenna 2017, entregado por el Museo Benjamín Vicuña Mackenna y la Intendencia Metropolitana, por su aporte a la ciudad de Santiago en la categoría investigación.

Referencias:

(1) Mapocho Incaico. Boletín del Museo Nacional de Historia Natural (Chile) 61: 85-149.

(2) Mapocho incaico norte. Boletín del Museo Nacional de Historia Natural (Chile) 65: 109-135.

(3) Estudio realizado en el marco del proyecto FONDECYT 1140043-2014 y patrocinado por el Museo Nacional de Historia Natural (Chile).

(4) Unkus ajedrezados en el arte rupestre del sur del Tawantinsuyu:¿La estrecha camiseta de la nueva servidumbre? En: Las tierras altas del Área Centro Sur Andina entre el 1000 y el 1600 d.C. TANOA II. Taller Internacional de Arqueología del Noroeste Argentino y Andes Centro Sur. M.E. Albeck., M. Ruiz y B. Cremonte. EdiUNJu. Jujuy: 311-352.

(5) Caminos, guacas y el reducto fortificado del cerro El Peral: instalaciones para el control inca del paso de Chada, Chile Central. Boletín del Museo Nacional de Historia Natural, Chile 62: 129-146.